El Viernes Santo nos conduce al gran abismo de la pasión y muerte de Jesús.
Jesús lo dio todo, hasta el punto de experimentar la soledad más profunda, y lanza un grito de Abandono.
No obstante, se entrega al Padre y transforma el dolor en amor.
No existe lugar al cual no llegue su amor extremo, ni siquiera la muerte y el abandono.
En este periodo me sentía aplastada ante tantas noticias dramáticas sobre el COVID-19. Pero después me acordé que Jesús en la cruz ha tomado sobre Sí también estos sufrimientos. Ahora sé que Él está al lado de quienes sufren y que este tiempo dará paso a la Resurrección.
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